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Foto del escritorAl Día Suroeste

Colombia-Panamá: 100 años de relaciones diplomáticas-2ª Parte-

Por Julio César Uribe Hermocillo

Artículo de un periódico
Periódico "La Verdad", Darién-Panamá, abril de 1953, páginas 5 y 8.

22 días, 16 horas y 30 minutos duraba, a principios del siglo 20, el viaje desde el interior del Chocó hasta la septentrional Juradó, según los cálculos de los misioneros claretianos, incluidos en su informe quinquenal 1911-1915: “El tiempo que se invierte para visitar estos poblados desde Istmina, es como sigue: hasta Pie de Pepé, un día; de aquí a la Boca de Pepé, en el Baudó, dos días; desde este punto, bajando el río Baudó hasta Pizarro, tres días y medio; de Pizarro a Pelisá, por el mar, cuatro horas y media; de aquí a Pavasa, día y medio; de Pavasa a Cuevita, un día; de este punto a Nuquí, día y medio; de Nuquí al Valle, un día; del Valle a Cupica, seis días; de Cupica a Coredó, cuatro días; de Coredó a Juradó, cerca del límite de Panamá, un día”[1].


Sean o no del todo precisos dichos cálculos, nos dan una idea de la enorme distancia que mediaba entre el Chocó formal, el de la Intendencia Nacional, y su más distante poblado en el distante Pacífico. De tal suerte que podría decirse, sin error, que Juradó era al Chocó lo que el Chocó a Colombia, un territorio lejano e ignoto, del cual poco se sabía, aunque en ambos casos del símil se pregonara su estratégica importancia para la soberanía y el desarrollo. Esa distancia enorme y no solamente geográfica, que había influido en el sentimiento separatista panameño, alimentaría también el descontento chocoano; con la diferencia de que este último no pasaría de unas cuantas consignas, unas cuantas izadas y batidas de bandera, y unos cuantos discursos y artículos de prensa.[2]


Sobre la base de ingredientes socioeconómicos, políticos, culturales y étnicos, relacionados con dichos tópicos, se resolverían en la cotidianidad de la gente de los pueblos limítrofes y vecinos las relaciones que, de parentesco y familiaridad, comercio y abastecimiento, intercambios culturales y vecindad, pasaron a tener carácter internacional y diplomático; con no pocos hechos de intemperancia de lado y lado, pues no resultó fácil para nadie reemplazar el libre tránsito por el cumplimiento de requisitos formales de identificación y nacionalidad, de aceptación social y legitimidad.


“Dos pueblos tristes y olvidados”


En abril de 1953, a escasas tres décadas del establecimiento oficial de relaciones diplomáticas entre Colombia y Panamá, cuya fecha inicial de inauguración es el 9 de julio de 1924, de la cual se están celebrando actualmente 100 años; en la página 5 del periódico La Verdad (Darién, abril de 1953)[3], una columna de opinión titulada “Así es el Chocó!” comienza con una sentencia lapidaria: “Chocó es a Colombia, lo que Darién es a Panamá: dos pueblos tristes y olvidados”.


La mitad del escrito, que en total tiene unas 350 palabras, es una explicación sucinta sobre historia y geografía del departamento del Chocó. La otra mitad es una vehemente ilustración sobre la riqueza natural y humana de la región y una fogosa defensa de las calidades de su gente.


El autor de la columna es Roberto Caicedo, un chocoano que vivía en Yaviza, donde era propietario de la “Sastrería Su amiga”, que garantizaba al “yavizano puntualidad y esmero”[4]. El texto fue claramente una respuesta a una especie de campaña en contra de la migración colombiana, en particular chocoana, hacia los pueblos más cercanos al territorio limítrofe entre los dos países, marcado por la colindancia entre el departamento del Chocó y la provincia panameña del Darién, cuyo atractivo de entonces era la enorme explotación industrial de maderas finas, llevada a cabo tanto por panameños como por gringos y centroamericanos, y fuente de empleo para una buena cantidad de chocoanos, que hasta ya llegaban con ese fin.


En ese sentido, el de la explotación de los recursos naturales como signo de progreso, el sastre y columnista Roberto Caicedo apuntala la defensa de su tierra natal en la prodigalidad de sus dones naturales. Culminado su recuento de la departamentalización del Chocó y de sus límites geográficos y políticos, anota: “Hemos visto pues, a grandes rasgos la expansión del territorio chocoano. Esa inmensa cantidad de tierra no es ni estéril ni amontañada… el Chocó, a despecho de quienes no lo crean, es la reserva nacional de Colombia... El Chocó tiene minerales -oro y platino-; tiene petróleo, maderas finas; allí todo se da y nada se niega; esto que digo no es una preponderancia, es una realidad comprobable”[5].


La columna de opinión del “chocoano clandestino”, como se denominaba entonces en tierras darienitas de Panamá a quienes no contaban con la documentación legal, concluye como empezó, con tono lapidario y apasionado: “No, señores, el Chocó no es “el castillo maldito donde los brujos de la ignorancia imperan”. En el chocó, como en todas partes del mundo, hay analfabetas; pero no en índice denigrante; porque no puede cundir la ignorancia en un lugar donde hay escuelas por doquier; donde hay especialmente barrios escolares”[6].


De amores y desamores


Así las cosas, mientras los migrantes chocoanos empezaron a no ser bien vistos en Panamá, aun después de la formalización de relaciones diplomáticas con Colombia; desde el Chocó se emitían señales algo contradictorias.


El 23 de abril de 1929, por ejemplo, el Intendente Nacional del Chocó, Jorge Valencia Lozano, celebra con alborozo la inauguración de un vuelo regular de la empresa Scadta entre Barranquilla y Colón, con escala en Sautatá, en el Bajo Atrato, donde funcionara un enclave agroindustrial y maderero. Aunque, claro está, Lozano celebra ante todo la inclusión del Chocó en el itinerario: “El Chocó se regocija de que, en el seno de su naturaleza opulenta, los aviones de Scadta hayan encontrado un crucero y una conexión para sus vuelos fecundos…, porque al adoptar uno de nuestros puertos para el enlace con el exterior, la Scadta coloca a Sautatá, uno de nuestros orgullos, en las riberas de las grandes rutas del universo, privilegio que reportará al Chocó nuevos y mejores días”[7].

Portada de documentos oficiales
Informe del Gobernador del transitorio Departamento de Quibdó (1910) y del Prefecto Apostólico del Chocó 1911-1915. Archivo El Guarengue.

Pero, dos décadas atrás, cuando el agravio de la pérdida de Panamá estaba más reciente, el gobernador del transitorio departamento de Quibdó, Guillermo O. Hurtado, no oculta su animosidad cuando, refiriéndose a las vías interoceánicas, incluye en su informe oficial de gobierno un augurio sobre el fracaso del canal interoceánico panameño: “La creencia general de que el canal de Panamá será un fiasco, aun después de terminado, aumenta el interés de los pueblos en el estudio de la zona por donde se hará firme, cómoda y definitivamente un canal a nivel”.[8]


Igualmente, además de dar casi por hecho un proyecto de canal a través del Chocó, el informe del gobernador Hurtado, de 1910, incluye una conjetura sobre la posibilidad de que el gobierno estadounidense ocupe parte del territorio chocoano en el Pacífico, para defender sus intereses en el Canal de Panamá: “Demostrado que las vías de San Pablo y Suruco son casi impracticables y que la de Truandó, lo mismo que las propuestas por Lecharme, Kelley y Bíonne, son muy costosas, las miradas del mundo entero se dirigen hacia la de Napipí y Cupica... De aquí que los americanos quieran hacer litigiosos los límites entre los Departamentos de Quibdó y Panamá, deseosos de tener algún pretexto para apoderarse de Cupica y evitarse la desastrosa competencia de otro canal por muchos conceptos superior al de Panamá y que echará por tierra sus anhelos de hegemonía continental”.[9]


Por su parte, la Prefectura Apostólica del Chocó se limita a reclamar acciones gubernamentales que garanticen cierto grado de presencia estatal colombiana en la frontera atlántica con Panamá; complementarias a las medidas militares que ya han sido tomadas. Sobre la Parroquia de Acandí, el informe de los misioneros claretianos 1911-1915 expone: “Situada en la parte occidental del golfo de Urabá, se compone de unas ciento veinte casas, distante como cinco horas del río La Miel, límite con Panamá. Tiene algún comercio con Cartagena. Por su situación geográfica merece toda la atención del Gobierno, y es urgente el establecimiento de una oficina telegráfica que ponga en comunicación la primera población del golfo de Urabá con el resto de la República. Esta medida y el hacer llegar hasta su puerto los buques que viajan de Cartagena a Quibdó, y viceversa, acaso fueran principio de un nuevo período de progreso material”[10].


“Ay, Colombia, Colombia, / si no nos quieres, / nos vamos pa’ Panamá”


20 años después de la columna de opinión de aquel sastre chocoano emigrante en Yaviza, Provincia de Darién, Panamá, que posteriormente sería sujeto de acusaciones directas sobre diversos delitos y contravenciones, por parte de las autoridades locales panameñas; otro chocoano, quibdoseño, médico eminente, músico admirable, Néstor Castro Torrijos, promovió la separación del Chocó y su constitución como Estado independiente o su anexión a Panamá.


Castro Torrijos, quien se convertiría en una eminencia de la neurología y la neuropsiquiatría nacional, compuso el himno de la separación chocoana de Colombia y su anexión a Panamá; idea de la cual posteriormente se retractaría, aunque únicamente para evitar la detención y el acoso por parte de unidades militares del Estado colombiano.


Chocó Federal

Himno separatista del Chocó

(Néstor Castro Torrijos)[11]


 Colombia, patria querida,

¿por qué nos abandonás

siendo de todos tus hijos

los que te queremos más…? 


Ay, Colombia, Colombia,

si no nos quieres

déjanos en libertad (bis) 


Lo que es a Cundinamarca

al Tolima y Boyacá

a esos sí les dan de toro

pero a los Chocoanos .


 Ay, Colombia, Colombia,

si no nos quieres

déjanos en libertad (bis) 


En las Naciones Unidas

hace tiempo se aprobó

para pueblos inconformes

libre determinación


 Ay, Colombia, Colombia,

si no nos quieres

déjanos en libertad (bis) 


Se llevan oro, platino,

maderas, peces y más,

se llevan nuestras riquezas,

tenemos que protestar. 


Ay, Colombia, Colombia,

si no nos quieres

déjanos en libertad (bis) 


Ay, Colombia, Colombia,

si no nos quieres

nos vamos pa’ Panamá.


Siguiendo la línea de la mencionada comparación entre el Chocó y el Darién en materia de olvido y abandono, publicada en la citada columna de Roberto Caicedo en el periódico La Verdad, y en el mismo sentido de la canción separatista de Castro Torrijos; años más tarde, el famoso músico quibdoseño Neivo de J. Moreno compondría El chocoanito inconforme. Con todo y la carga simbólica que conlleva su interpretación en dicho escenario, esta pieza musical del Maestro Neivo de J. fue interpretada el pasado 19 de julio de 2024 en Ciudad de Panamá, en el marco de un intercambio cultural, como parte de la conmemoración de los 100 años de relaciones diplomáticas entre Colombia y Panamá, por un grupo de músicos infantiles y juveniles de Batuta, integrantes de la Orquesta Sinfónica Libre de Quibdó y la Orquesta Sinfónica Juvenil de Puerto Asís.

Artistas chocoanos
Miguel Vicente Garrido, Néstor Castro Torrijos y Neivo de J, Moreno FOTOS: Archivo El Guarengue y Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.

De la misma fuente de inspiración de las obras musicales mencionadas, es decir, el abandono y el olvido de la región, proviene "Lamento chocoano", la hermosa y triste canción compuesta por el maestro de escuela de una remota aldea chocoana, casi en las fronteras con Panamá, [que] se cantó con tanta insistencia, con tanto fervor, que cinco días después de iniciado el movimiento la mayoría de sus intérpretes más entusiastas estaban afónicos. En aquellas salas cerradas, en aquel aire cargado de carbono y expectativa, las mujeres y los hombres escuálidos que cantaban su himno hasta el amanecer, parecían capaces de seguir cantando ese himno hasta el fin de los tiempos. Viéndolos y oyéndolos, uno se acordaba de "La Cucaracha" y "Adelita" en la revolución de México”; tal como la reseñara el entonces periodista García Márquez en su famosa serie “El Chocó que Colombia desconoce”, compuesta por cuatro magistrales reportajes, de los cuales “Historia íntima de una manifestación de 400 horas” fue el primero.


Esta serie se originó en el trabajo de cobertura periodística del diario El Espectador, de Bogotá, agenciado por el intelectual Primo Guerrero Córdoba, quien era entonces su corresponsal en Quibdó.[12] La manifestación aludida fue la protesta multitudinaria del pueblo chocoano derivada de las intenciones del gobierno militar de Rojas Pinilla de ponerle fin a la vida jurídica del departamento del Chocó y distribuir su territorio entre los departamentos vecinos, encabezados, cómo no, por Antioquia. Es septiembre de 1954. La elevación del Chocó a departamento aún no cumple 7 años.[13]


De tamboritos y mejoranas


La música, la bella música autóctona, compartida por obra y gracia de los ancestros comunes, no escapó tampoco a las diferencias que han signado la vida cotidiana de los pobladores de las fronteras, durante estos cien años de diplomacia colombo-panameña.

En su célebre serie “Los pasos del folclor colombiano”, mediante la cual recogió los aspectos centrales de la música y otras manifestaciones artísticas de todas y cada una de las regiones colombianas, el Ekobio mayor Manuel Zapata Olivella, incluyó una entrega titulada “El tamborito y la mejorana”, publicada en 1961.[14]


En este texto pionero, partiendo del reconocimiento de que “el litoral norte del Pacífico colombiano posee una de las más ricas y abandonadas vetas del folclor musical”, Zapata Olivella reseña como propios de dicha región, es decir, del Chocó, al Tamborito y a la Mejorana: “Los dos aires musicales propios de la región, la Mejorana y el Tamborito, son riquísimos en melodía, ritmo y en la copla”. Igualmente, reconoce también la existencia de un tamborito panameño, al cual llama “hermano gemelo del nuestro por sus primitivos componentes y orígenes étnicos”.[15]


Zapata Olivella identifica, ya desde aquella época (hace más de 60 años), factores de florecimiento en el lado panameño y de menoscabo en el lado colombiano, en relación con el Tamborito: “el proceso de revitalización y enriquecimiento que se opera en el Tamborito panameño -hermano gemelo del nuestro por sus primitivos componentes y orígenes étnicos- es muy contrario en Panamá que en Colombia. Allá, al ser encumbrado a la categoría de expresión nacional, ha recibido el estímulo del gobierno y de los artistas, en tanto que el tamborito colombiano, menospreciado y refundido en el aislamiento costanero, al igual que su desafortunado cultivador, el costeño del Pacífico, ha venido en mengua…”.[16] Y concluye, de modo perentorio: “El Tamborito panameño, no solo se ha aristocratizado con la afluencia de instrumentos orquestales, sino que su baile, así como su vestuario, han adquirido tales riquezas que, a su lado, el Tamborito chocoano, aparece como un olvidado miembro de familia caído en desgracia”[17].


El texto de Manuel Zapata Olivella muestra lo innecesario y fútil que resulta convertir la reivindicación de una manifestación artística como propia en una especie de simbólico campo de batalla cultural o en un campeonato ficticio de paternidad; en este caso entre Colombia (el Chocó, específicamente) y Panamá, en relación con la cuna y origen del Tamborito y la Mejorana, echando en saco roto cuestiones claves como el origen común y las comparticiones históricas de dichas manifestaciones en territorios comunes, como el Chocó Biogeográfico.

Artista chocoano
Manuel Zapata Olivella FOTO: Hernán Díaz.

“Sea panameño: Impida la entrada de 'Chocoanos Clandestinos' a Darién”


Tres décadas después de formalizadas las relaciones diplomáticas entre Colombia y Panamá, numerosos chocoanos, principalmente de la Costa Pacífica, han cruzado y siguen cruzando la frontera en busca de trabajo, dado el boom de la explotación industrial de maderas finas y otros productos de las prolíficas selvas del Darién, ahora panameño; al igual que el vertiginoso desarrollo infraestructural de Ciudad de Panamá, el crecimiento agroindustrial de otras provincias como Chiriquí y el auge portuario y comercial de Colón. Sin embargo, su presencia -antes de vecinos y parientes, ahora de nacionales de otra república- empieza a no ser tan aceptada como antes.


La primera página de la primera edición del periódico “La Verdad”, publicado en Panamá en noviembre de 1952, titula a cuatro columnas: Los "Chocoanos" Invaden al Darién. Y en el primer párrafo de la nota bajo este título expresa: “Los “chocuanos”, como despectivamente se les llama aquí a los colombianos que han cruzado clandestinamente la frontera del Jaqué, han arribado a las costas darienitas como mangas de langostas”[18].


Dos años después, cuando el periódico “La Verdad” ya es editado en la propia provincia de Darién, la cintilla promocional o banner de remate de la página 5 de la edición N° 15, instiga sin pudor alguno: “Sea panameño: Impida la entrada de 'Chocoanos Clandestinos' a Darién”.[19] El trato de parias que desde las páginas de este periódico recibirán los chocoanos en aquellos años será materia de una nueva entrega de esta serie de El Guarengue, con motivo de los 100 años de relaciones diplomáticas entre Colombia y Panamá.


 

[1] Francisco Gutiérrez C. M. F., diciembre de 1915. Informe oficial que rinde el Prefecto Apostólico del Chocó a la Delegación Apostólica, 1911-1915. Bogotá, Imprenta Nacional, 1916. 118 pp. Pág. 90.

[2] Una completa relación y análisis de los movimientos chocoanos separatistas de Colombia y/o anexionistas a Panamá se puede leer en: “La independencia nacional del Chocó ayer y ahora. Una perspectiva afrocentrada del movimiento popular revolucionario por la Independencia del Chocó”. Rafael Andrés Urrego Posada. Trabajo de Grado presentado para optar por el título de Antropólogo. Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias Humanas. Departamento de Antropología. Bogotá 2010. 243 pp.

[3] ASÍ ES EL CHOCÓ. Por Roberto Caicedo. La Verdad. DARIEN R. de P., ABRIL de 1953. AÑO I N° 6. 10 pp. Pág. 5.

[4] La Verdad. Darién, República de Panamá, abril de 1953. Año I, N° 6. 10 pp. Avisos publicitarios, página 8.

[5] ASÍ ES EL CHOCÓ. Por Roberto Caicedo. Artículo citado.

[6] Ibidem.

[7] Díaz Cañadas, Gonzalo. 2018. Scadta y los inicios de la aviación comercial en el Chocó. La primera pista de acuatizaje en la ciudad de Quibdó fue el río Atrato.

[8] Informe del Gobernador del Departamento de Quibdó al Señor Ministro de Gobierno. 1910. Quibdó, Imprenta Oficial. 51 pp. Pág. 29.

[9] Ibidem.

[10] Francisco Gutiérrez C. M. F., diciembre de 1915. Informe oficial que rinde el Prefecto Apostólico del Chocó a la Delegación Apostólica, 1911-1915. Bogotá, Imprenta Nacional, 1916. 118 pp. Pág. 80.

[11] La letra ha sido transcrita con base en cuatro versiones de memoria de nativos del Chocó, con base en el texto incluido en: Alejandro Tobón Restrepo y otros (2005). Entre Sones y Abozaos. Aproximación etnomusicológica a la obra de tres músicos de la tradición popular chocoana. Universidad de Antioquia, Grupo de Investigación Valores Musicales Regionales, Colección premios nacionales de cultura.

[12] Gabriel García Márquez. El Chocó que Colombia desconoce. HISTORIA ÍNTIMA DE UNA MANIFESTACIÓN DE 400 HORAS (I). En: Crónicas y reportajes. Instituto Colombiano de Cultura. Bogotá, Editorial Andes. Junio de 1976. 518 pp. Pág. 197.

[13] Sobre Primo Guerrero Córdoba y su papel en la vida política del Chocó, ver en El Guarengue: Dos periodistas ejemplares: https://miguarengue.blogspot.com/2023/02/dos-periodistas-ejemplares-reinaldo.html y Cuando la Historia hace su agosto. Unas cuantas efemérides…”de la historia nuestra, caballero”: https://miguarengue.blogspot.com/2023/08/cuando-la-historia-hace-su-agosto-unas.html

[14] Manuel Zapata Olivella: Los pasos del folclor colombiano. El tamborito y la mejorana. Boletín Cultural y Bibliográfico, Vol. IV, Nº 8, Bogotá, Banco de la República, 1961, pp. 764-765. https://publicaciones.banrepcultural.org/index.php/boletin_cultural/article/view/6234/6450

[15] Ídem. Ibidem. Pág. 764.

[16] Ibidem. Pág. 764. El destacado en negritas no es propio del texto original.

[17] Ibidem. Pág. 765

[18] Periódico “La Verdad”, Panamá, noviembre de 1952. Año I, N° 1. Pág. 1

[19] Periódico “La Verdad”. Darién, República de Panamá, marzo de 1954, N° 15. Pág. 5

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