Por Julio César Uribe Hermocillo
20 años se cumplieron, en enero de 2024, del fallecimiento en Bogotá de Ramón Mosquera Rivas. 120 años de su natalicio se conmemorarán en julio de 2025. Ingeniero Civil y de Minas de la célebre Escuela Nacional de Minas, posteriormente Facultad, de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín; Mosquera Rivas es uno de los intelectuales más lúcidos de aquella generación de jóvenes chocoanos: la Generación de la Dignidad, que nacieron con el siglo XX y durante la primera mitad del mismo le dieron lustre al Chocó de múltiples e históricas maneras.[1]
Ramón Mosquera Rivas nació en Istmina, el 13 de julio de 1905. Murió en Bogotá, próximo a cumplir 100 años, el 5 de enero de 2004. Su trayectoria en el sector público fue larga, productiva y ampliamente reconocida. Trabajó como Personero municipal y Concejal de Istmina; Director general de Obras públicas, Secretario de Hacienda e Ingeniero de la Intendencia Nacional del Chocó; profesor de aritmética, álgebra y geometría en el Colegio Carrasquilla de Quibdó; profesor de aritmética, álgebra e historia natural en la Normal de Señoritas de Istmina; ingeniero de trazado y construcción de varias vías nacionales; Representante a la Cámara; Ingeniero Jefe del Instituto de Fomento Municipal, Insfopal, en el Chocó y en Cundinamarca; Jefe de la División de Minas de este Ministerio; entre otros cargos, además del ejercicio de su profesión de manera independiente, durante varios años.
Ejerció la Gobernación del Chocó entre el 20 de agosto de 1966 y el 15 de septiembre de 1968, cargo en el cual sucedió a Olmedo Paz Arriaga y fue sucedido por Esaú Becerra y Córdoba. Tres sucesos significativos, que marcaron la historia local de Quibdó y la historia regional del para entonces aún joven Departamento del Chocó, ocurrieron en su primer año de gobierno, dos de ellos en los dos primeros meses de su administración.
“…el piso del salón de sesiones cedió ante el peso de la enorme multitud…”[2]
El 1° de octubre de 1966, mientras Mosquera Rivas -quien se había posesionado escaso mes y medio antes- presidía el acto inaugural del periodo ordinario de sesiones de esta corporación, colapsó el salón de la Asamblea Departamental del Chocó, ubicado en un tercer piso, construido en vigas de madera y tiras de chonta, por el exceso de peso de la numerosa concurrencia. Una parte de los asistentes cayó al segundo piso, entre ellos un famoso médico del Hospital San Francisco de Asís, de Quibdó.
Como lo narró posteriormente Mosquera Rivas, en su autobiografía, “el más afectado con la caída fue el Doctor Varela, médico de la Universidad de Cartagena, que venía prestando sus servicios asistenciales al departamento hacía varios años, [y] nunca llegó a recuperarse de los traumas sufridos, por los cuales quedó cojo.”[3]
Aún no había terminado de sobreponerse al sobresalto que le ocasionó este accidente, cuando aconteció una catástrofe de enormes proporciones, que cambió para siempre la faz de Quibdó e influyó de manera importante en el devenir del Chocó.
“Como si fuera una noche de plenilunio…”[4]
25 días después del colapso del piso del salón de la Asamblea Departamental, cuando se disponía a dormir y recostado en su cama revisaba documentos oficiales, el Gobernador Ramón Mosquera Rivas supo del pavoroso incendio que en ese mismo instante destruía metro a metro la zona céntrica de Quibdó. “Serían las 11 p.m. Cuando aún no había empezado a conciliar el sueño, escuché los primeros gritos de “fuego”, “incendio”, “se quema Quibdó” … Entonces empecé a vestirme con ropa de calle, para salir. Antes de hacerlo, pasó el destartalado y único carro de bomberos con que contaba la ciudad, manejado por los titulares y unos pocos voluntarios, entre los cuales iba el comerciante Abdo García, quien después resultó gravemente herido a causa de un espantoso choque que sufrió el vehículo contra incendios.”[5]
De inmediato, el Gobernador Mosquera Rivas salió a enterarse de primera mano de la situación: “Llegué a la zona de iniciación del incendio, donde el fuego había alcanzado alturas de más de 30 metros y la ciudad, inclusive la orilla opuesta del Río Atrato, se veía iluminada, como si fuera una noche de plenilunio”.[6] Se comunicó, en cuanto pudo, con el presidente Carlos Lleras Restrepo, quien le expresó su solidaridad y le brindó inmediato apoyo. De hecho, a la mañana siguiente, jueves 27 de octubre de 1966, cuando Quibdó aún humeaba, arribó a la ciudad el consejero presidencial Emilio Urrea Delgado, portando ayuda significativa y órdenes expresas del presidente de apersonarse de la situación, garantizar una inmediata atención de los damnificados y coordinar con el Gobernador del Chocó tanto las acciones inmediatas y urgentes, como las estrategias a largo plazo.
Una tremenda calamidad
Dichas órdenes y mensajes fueron reiterados por el presidente Lleras Restrepo, quien al igual que el Gobernador llevaba poco tiempo en su cargo (menos de 3 meses); en una alocución a través de la Radiodifusora Nacional de Colombia, en la que, entre otras cosas, expresó: “Hoy, infortunadamente, tengo que comenzar refiriéndome a una gran catástrofe: el incendio de Quibdó, sobre el cual el país apenas empieza a conocer detalles; pero, que reviste todas las características de una tremenda calamidad. Desde el primer momento, el Gobierno ha actuado para tratar de aliviar la suerte de las víctimas... He recibido, hace pocos minutos, una comunicación de don Emilio Urrea en que me da cuenta de la magnitud de la catástrofe. Cerca de una tercera parte de la población de Quibdó ha quedado destruida, y en esa parte están comprendidos los principales edificios públicos: la Gobernación, el edificio de telecomunicaciones, los juzgados, etc. Será necesario un grande esfuerzo nacional para remediar este daño; pero, yo quisiera que ese esfuerzo no revistiera tan solo las características de una gestión fiscal, de un auxilio dado por el Tesoro Nacional. Me parece que se presenta a los colombianos la oportunidad de hacer un gran acto de solidaridad con los compatriotas que viven en una tierra pobre, sujeta a un clima inclemente, que se cuenta entre las regiones más deprimidas económicamente en la Nación”.[7]
Reconstrucción y remodelación
Superado el momento crítico de la emergencia, los gobiernos nacional y departamental acometieron la ejecución de acciones de fondo, para empezar cuanto antes la reconstrucción y remodelación de Quibdó. “Restablecida la calma, sobrevino el periodo de la reconstrucción, el cual comenzó con los estudios que hicieron las universidades Nacional y de los Andes, acompañados por técnicos urbanistas y el Instituto de Crédito Territorial”, anota al respecto Ramón Mosquera Rivas.[8] En la primera comisión de la Universidad Nacional viajó la entonces estudiante de Arquitectura Gilma Mosquera Torres (hija del Gobernador, quien nada tuvo que ver en su participación en la comisión académica), cuya trayectoria profesional sería posteriormente reconocida en todos los ámbitos profesionales y académicos nacionales e internacionales; y viajó también el famoso arquitecto y urbanista francés Jacques Aprile-Gniset, quien se vinculó a Colombia desde 1966 y contribuyó a la consolidación académica de sus áreas de conocimiento en la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá y Medellín) y en la Universidad del Valle, y conformó con la Doctora Mosquera Torres una de las duplas más famosas de investigadores del hábitat y la arquitectura popular de las comunidades del Pacífico colombiano, incluyendo la zona del Atrato Medio.
Un acontecimiento urbanístico
Entre todos los cambios urbanísticos y arquitectónicos de la ciudad de Quibdó, a raíz del calamitoso incendio del 26 de octubre de 1966, se destacan las construcciones de viviendas familiares a cargo del Banco Central Hipotecario, el Instituto de Crédito Territorial y firmas constructoras privadas contratadas por la Nación para la ejecución de diversas obras; la construcción de una plaza de mercado a la orilla del río; y uno de los acontecimientos urbanísticos de mayor trascendencia en la historia de la ciudad: la decisión de conservar sin edificaciones la orilla del Atrato, para adelantar la construcción de un malecón.
Este acontecimiento es rememorado por el Gobernador Ramón Mosquera Rivas en su estupenda autobiografía, Recuerdos de un hijo de mineros: “…la reconstrucción resultó benéfica para la ciudad, ya que su aspecto, en la parte incendiada, cambió por completo. Por otra parte, se eliminaron las casas que se anclaban en zancos (guayacanes) en la orilla del Atrato, lo que permitió despejar la vista panorámica de la margen opuesta y la desembocadura de los ríos Quito y Cabí, hermosísima, sobre todo cuando en las tardes se admiran crepúsculos multicolores… Y además deja que las brisas del río refresquen la ciudad, a lo largo del bonito malecón construido para solaz de los habitantes, en las tardes veraniegas…”.[9]
El edificio de “La Confianza”
El plan de edificios nacionales, departamentales y municipales ordenado por la Ley 1ª de 1967 -norma en cuyo marco se tomaron la mayor parte de las medidas de reconstrucción y remodelación de Quibdó- nunca se cumplió. Así lo recuerda el entonces Gobernador del Chocó, Ramón Mosquera Rivas, “Por el incumplimiento de esa parte de la Ley 1ª de 1967, la gobernación continúa instalada en el edificio que poco después del incendio se le compró a la empresa comercial “La Confianza”, y al cual se le hicieron algunas mejoras para adaptarlo a los servicios de oficinas…”.[10]
Con posterioridad al incendio, las oficinas gubernamentales fueron instaladas en varios establecimientos, como el Politécnico Femenino. Parte de las instalaciones del edificio de la empresa comercial La Confianza fueron usadas como depósitos de las ayudas enviadas de casi todas las capitales del país y recogidas por la Cruz Roja. Y fue entonces cuando surgió la idea de comprar ese edificio para dos fines: para adaptarlo provisionalmente como sede de la Gobernación, mientras se construía un Centro Administrativo que recogiera las oficinas nacionales, departamentales y municipales; y para que, posteriormente, sus instalaciones formaran parte adicional del Hotel de Turismo Citará, de propiedad del Departamento.
Algunos detalles de la adquisición del edificio de “La Confianza” fueron relatados en su autobiografía por el Gobernador Ramón Mosquera Rivas. “…La negociación la adelantamos con el Delegado Presidencial, Don Emilio Urrea, directamente con los directivos de la empresa, Don Mariano Montero y Don Fausto Abuchar. El negocio se hizo previo concepto favorable del entonces Ministro de Obras Públicas, Doctor Bernardo Garcés Córdoba, el Ministro de Gobierno, Doctor Misael Pastrana Borrero y el Delegado Presidencial. La suma de $780.000, valor con el cual en aquel entonces no se podía construir ni siquiera las bases de tal edificio de tres pisos, se me hace irrisoria. ”[11]
Por herencia nominal del establecimiento comercial que motivó la construcción original del edificio, para la venta de combustibles, lubricantes y repuestos automotores, así como para el expendio de artículos industriales y de ferretería, y la administración de otros negocios de sus propietarios, entre ellos la extracción maderera y el transporte fluvial por el río Atrato desde y hacia Cartagena; el edificio que sirve como sede a la Gobernación del Chocó terminó llamándose “Palacio de La Confianza”, denominación que -la verdad sea dicha- no deja de tener un tinte sardónico.
La Huelga
Menos de un año después de aquel pavoroso incendio, el martes 22 de agosto de 1967, comenzó en Quibdó un movimiento de protesta cívica conocido como la Huelga de Agua y Luz, que marcó un hito en la historia de la protesta social de la segunda mitad del siglo XX en el Chocó. Habían transcurrido 10 meses del pavoroso incendio que el 26 de octubre de 1966 consumió casi íntegra la zona céntrica, comercial, residencial y oficial de Quibdó. Aún podían mirarse las ruinas y todavía había quienes escarbaban y lavaban en sus bateas la tierra agostada por aquel fuego casi imparable que ardió toda una noche y a la siguiente todavía humeaba.
A nadie le cabía en la cabeza que, en una ciudad medio arruinada, capital de un departamento al que siempre le prometían de todo, no solamente hubieran sucumbido las esperanzas entre las llamas del incendio, sino que además no existieran servicios tan elementales como el agua corriente y la luz eléctrica.
De este suceso histórico sacó Ramón Mosquera Rivas, quien lo consideró “motín estudiantil y asonada contra las autoridades legalmente encargadas de la administración”, su remoquete de Ramón Plomo; pues, dada su condición de Gobernador, la gente le atribuyó en su totalidad las decisiones que condujeron a que la denominada Huelga de Agua y Luz finalizara con un saldo de 3 muertos, 7 heridos y 33 detenidos (13 de ellos menores de edad).
Fueron, pues, accidentados y desafiantes, los dos años largos durante los cuales ejerció como Gobernador del Chocó el ingeniero istmineño Ramón Mosquera Rivas, quien publicó su informe de gestión con sus propios recursos económicos, en un folleto titulado “Balance de una Administración”, como lo explica enfáticamente en su autobiografía, en la cual incluye el texto del informe.
Aprendiz de sastre, mientras estudiaba la escuela primaria; portero de la Prefectura provincial del San Juan, en Istmina; y estudiante tardío de bachillerato en el Colegio Carrasquilla, de Quibdó (iba a cumplir 18 años cuando ingresó al primer curso); Ramón Mosquera Rivas heredó la entereza de sus mayores y también su longevidad: sus abuelos murieron con más de 100 años de edad y a él le faltaron seis meses de vida para alcanzar el siglo… Ramón Mosquera Rivas fue, simultáneamente, testigo y protagonista, actor y cronista de la vida del Chocó durante la totalidad de su existencia.
Tomado originalmente de https://miguarengue.blogspot.com/2024/09/3-sucesos-historicos-del-choco-en-la.html
[1] Sobre la generación de Ramón Mosquera Rivas, se puede leer en El Guarengue La Generación de la Dignidad: https://miguarengue.blogspot.com/2024/05/la-generacion-de-la-dignidad-ramon.html
Sobre Ramón Mosquera Rivas, algunos artículos anteriores de El Guarengue son los siguientes:
*Como si hoy fuera ayer (II). El desarrollo del Chocó según Ramón Mosquera Rivas:
*DYNA N° 9 – 1934. 3ª Parte. Un retrato del Chocó de entonces:
[2] Ramón Mosquera Rivas. Recuerdos de un hijo de mineros. Editorial Difusión, Medellín, s.f. 231 páginas. Pág. 178.
[3] Ibidem. Pág. 179.
[4] Ibidem.
[5] Ídem. Ibidem.
[6] Ídem. Pág. 180.
[7] Alocución del presidente de la República Carlos Lleras Restrepo a propósito del incendio del 26 de octubre de 1996 en Quibdó. En: https://www.senalmemoria.co/la-voz-del-poder/carlos-alberto-lleras-restrepo
En El Guarengue, 24 de octubre de 2022, puede leerse la crónica Recuerdos del Incendio: https://miguarengue.blogspot.com/2022/10/recuerdos-del-incendio-asi-era-la.html
[8] Ramón Mosquera Rivas. Recuerdos de un hijo de mineros. Editorial Difusión, Medellín, s.f. 231 páginas. Pág. 183.
[9] Ibidem. Pág. 184.
[10] Ibidem. Pág. 185.
[11] Ibidem. Pág. 186. El valor de compra del edificio aparece diferente unas páginas más adelante en la autobiografía de Mosquera Rivas: $680.000 (pág. 197).
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